Somos una comunidad misionera compuesta por jóvenes que quieren transmitir un testimonio de Amor que les fue regalado por Cristo que es Camino, Verdad y Vida. Además en esta pàgina te contaremos todo acerca de nuestro apostolado en El Nogalito, provincia de Tucumán y te contaremos sobre la invitación a realizar la experiencia VEN Y VERAS.

AICA

Acerca de mí

San Isidro de Lules, Tucuman, Argentina
Somos una Comunidad Católica Misionera fundada el 01 de Agosto de 2003, cuyo destino de Misión es la localidad El Nogalito, perteneciente a la Comuna de San Pablo de la Provincia de Tucumán

4/23/2007

Hablemos sobre la Gracia de Dios....


La gracia, Dios presente en nosotros

catholic.net





Dios creó al hombre y a la mujer por amor, en un estado de absoluta felicidad, viviendo en su presencia. Ellos, por su soberbia, quisieron hacerse dioses y cometieron el pecado original. A partir de ese momento perdieron la amistad con Dios.

El pecado original es el primer pecado cometido por la primera pareja humana, mismo que es transmitido por herencia a todos sus descendientes. Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la naturaleza humana herida, es decir con las consecuencias del pecado original, privada por tanto de la santidad y de la justicia original. Desde ese momento todos los hombres nacen con el pecado original. GS 22

Como consecuencia del pecado, la naturaleza humana quedó debilitada de sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e inclinada al pecado Catec n 418 Con el pecado original todos los hombres pierden la Vida Divina y la imagen de Dios queda deformada.


El Hombre Nuevo




En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos, dando como resultado que, el hombre hasta ahora averiado, quede restaurado, sin pecado original. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así el hombre se convierte en un hombre nuevo.

Este hombre nuevo tiene unas nuevas fuerzas, puede vivir la ley de la caridad, Puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Pero, estas fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como un residuo del pecado. De hecho los protestantes lo igualan al pecado.

Una diferencia fundamental entre católicos y protestantes es que los católicos sabemos que el pecado queda totalmente borrado con el Bautismo y para los protestantes únicamente está cubierto, pero sigue ahí, se podría decir que para ellos es como si le pusieran un velo.


La Gracia

La amistad con Dios perdida por el pecado original, sólo se puede recuperar por medio de la gracia. Que es un don sobrenatural que Dios concede para alcanzar la vida eterna, y se recibe, principalmente por los sacramentos. Es un regalo de Dios, nadie ha hecho nada para obtenerla por mérito propio. Dios siempre da el primer paso. Es don sobrenatural porque lo que se está comunicando es la vida misma de Dios. Este regalo de Dios exige la respuesta del hombre.

La gracia es una participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios Catec.1996-1997 Inicia con el Bautismo y se pierde cada vez que se comete un pecado grave. Ahora bien, la gracia puede perderse o aumentarse, a pesar de ser gratuita el hombre puede favorecer su recepción o impedir su fruto.

Por medio de la gracia somos introducidos a la vida Trinitaria: se participa por el Bautismo de la gracia de Cristo, somos hechos hijos adoptivos de Dios, por lo que se puede llamar “Padre” a Dios, y se recibe la vida del Espíritu que infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La vocación a la vida eterna proviene de la iniciativa gratuita de Dios, sólo Él es capaz de revelarse y de darse, por lo tanto es sobrenatural porque sobrepasa las capacidades de la inteligencia y la voluntad humana. El cristiano no puede actuar rectamente si no cuenta con la ayuda de Dios.


Necesidad de la gracia

La gracia es absolutamente necesaria, sin ella es imposible alcanzar la salvación, la vida eterna. La justificación implica el perdón de los pecados, la santificación y la renovación. Es la que arranca al hombre del pecado contrario al amor de Dios y purifica su corazón. Es una acogida de la justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

La justificación es la obra más excelente del amor de Dios. Decía San Agustín “la justificación del impío es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, mientras la salvación y la justificación de los elegidos permanecerán”. Implica la santificación de todo el ser.

La justificación se le concede al hombre por medio de la gracia, en virtud de los méritos de la redención de Cristo. Pero no se le da sin hacer nada por merecerla. El hombre debe disponerse a recibirla mediante el ejercicio de la virtud.

En el siglo V, los seguidores de Pelagio, decían que sin la gracia el hombre se podría salvar, pues se basta a sí mismo y no necesita de la ayuda de Dios. Esta es la llamada “herejía de Pelagio” o pelegianismo. Esta herejía está muy difundida en la actualidad por el New Age.

Los protestantes en el siglo XVI decían el hombre desde el pecado original no puede hacer nada nuevo, pues quedó totalmente corrompido. Exaltaban tanto la gracia que caían en el extremo de anular la libertad del hombre.


Clasificación de la gracia

La presencia de Dios en la vida del hombre debe de ser continua, porque en Él "somos, nos movemos y existimos”. Para ello se cuentan con diferentes tipos de gracias:

Gracia santificante: Es un don sobrenatural infundido por dios en nuestra alma – merecida por la Pasión de Cristo – que recibimos por medio del Bautismo, que nos hace, justos, hijos de Dios y herederos del cielo. El Espíritu Santo nos da la justicia de Dios, uniéndonos – por medio de la fe y el Bautismo – a la Pasión y Resurrección de Cristo. Catec. nn. 1996ss Es una disposición sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de obrar el bien. Sus efectos son:

Borra el pecado

Hace posible que Dios habite en nuestra alma

Nos hace hijos de Dios y herederos del cielo

La gracia actual es ese don sobrenatural, pasajero, otorgado por Dios, que ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que el hombre sea capaz de realizar acciones sobrenaturales. Es un don de Dios concedido temporalmente en una circunstancia precisa.

La gracia habitual, don sobrenatural que permanece en el alma cuando se vive en amistad con Dios, sin cometer ningún pecado grave. Es una disposición permanente para vivir y actuar según la voluntad de Dios.

Gracia sacramental, gracia propia de cada sacramento.

Gracias especiales, carismas o dones gratuitos de Dios para el bien común de la Iglesia.

Gracia de estado, es la fuerza necesaria para cumplir con las responsabilidades propias según el estado de vida de cada quien o su vocación. Son influjos, en la inteligencia o en la voluntad, por los cuales el hombre percibe lo que debe de hacer o dejar de hacer y se siente atraído para conseguirlo, recibiendo las fuerzas para lograrlo.

Los carismas son gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante y son para el bien común de la Iglesia.


Las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo

Dios concede unas ayudas especiales para facilitar el proceso de la relación del hombre y Él. Con estas ayudas, las virtudes teologales se participa con mayor intensidad de Su vida, se obtiene una mayor docilidad a Él, logrando así una unión más íntima. Las virtudes teologales sonfe, esperanza y caridad.

Otras ayudas que se reciben son los dones del Espíritu Santo. Estos dones permiten adquirir el gusto por las cosas de Dios, conocer profundamente las verdades de fe, apreciar en su justa dimensión las cosas de este mundo, poder hacer juicios con rectitud, otorga las fuerzas para hacer el bien, una mayor relación con Dios, rechazar el pecado por amor a Dios.
Estos dones son:

Sabiduría: comunica el gusto por las cosas de Dios.

Inteligencia: que comunica el conocimiento profundo de las verdades de fe, dando la capacidad para entenderlas.

Ciencia: que enseña la recta apreciación de las cosas terrenas.

Consejo: que ayuda a formar un juicio sensato sobre las cosas prácticas de la vida.

Fortaleza: da las fuerzas necesarias para trabajar con alegría por Cristo.

Piedad: relaciona con Dios como Padre y Creador.

Temor de Dios: hace que se tenga temor de ofender a Dios, rechazando el pecado para mantener la unión con Él, siempre por amor a Dios.

Viviendo la vida conforme a la voluntad de Dios, junto a los dones encontraremos los frutos del Espíritu Santo: caridad, alegría, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.


Conclusión





La vida espiritual del hombre es superior a la vida material, de ahí la necesidad de todas estas ayudas. El hombre debe armonizar la vida material y la espiritual. Cuando hay conflicto debe escogerse siempre el bien mayor.

No hay que confundir la moral natural con la moral cristiana. En la primera existe un código de conducta que el hombre conoce en su interior, en la moral cristiana, es Dios quien revela al hombre cómo debe de actuar y le da todas las ayudas necesarias para vivirla.







El gran regalo, la gracia
Autor: Ma. Pía Septién





La gracia es el gran regalo de Dios para el hombre.

San Felipe Neri quiso que un estudiante romano llamado Francisco Spazzaro, quien tenia mucha confianza en él, ahondara en el gran regalo de Dios que es la gracia.

El muchacho llegó un día a él muy contento, para anunciarle que había tenido un gran éxito en sus estudios:
- “ Muy bien, respondió el Santo, te felicito".
-"Y ahora ¿qué vas a hacer?”
- “Soy abogado, litigaré.”
- “¿Y después?”
- “Ganaré dinero.”
- “¿Y después?”
- “Me casaré.”
- “¿Y después?”
- “Viviré feliz.”
- “¿Y después?...” Se puso a pensar el joven...
- “Después, como todos, tendré que morir.”
- “¿Y después?...”
Reflexionando, se fue el joven. Esta pregunta no dejó su pensamiento. A fin de asegurar el último “¿después?”, se consagró dentro de la vida religiosa. No es necesario que entremos a un convento, si esta no es nuestra vocación, mas debemos preguntarnos a menudo: “¿Y después...?”. De esta forma llegará a nuestra mente la convicción de que la gracia es el único y verdadero tesoro.

¿Te acuerdas de la parábola del hombre insensato?

"Y Jesús les propuso una parábola diciendo: Las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? Y dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te reclamaran el alma: lo que has preparado, ¿para quién será? Así ocurre para el que atesora para sí y no es rico ante Dios".
Lc 12, 16-21.

El mismo Jesús fue quién preguntó:
¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?.

¿Qué es la gracia y de dónde proviene?

“Dios te salve María, llena eres de gracia”

Palabras del Ángel a la Santísima Virgen en el momento de la Anunciación.

1. ¿Qué es la gracia?


GRACIA: es el favor o auxilio gratuito (es decir, sin que lo merezcamos) que Dios nos da para responder a su llamada. Es una participación en la vida de Dios”
- favor o auxilio gratuito: un don o regalo que nos da porque quiere y no porque lo merezcamos.
- que Dios nos da para responder a su llamada: auxilio sobrenatural que Dios otorga al hombre, para hacerle posible llegar al Cielo, pues nos ayuda a ser más fieles a nuestra condición de hijos de Dios.
- es una participación en la vida de Dios: Él mismo, viviendo dentro de nosotros, amándonos y dándonos fuerza.

Dios es un Padre bueno, que nos llama a vivir como verdaderos hijos suyos. Como hombres que somos, tenemos una inclinación a buscar la vida más fácil y tranquila, sin tener que hacer el mayor esfuerzo (de ahí que tengamos una tendencia a buscar nuestra propia comodidad y seamos egoístas; a anhelar las cosas de los demás siendo envidiosos, a disgustarnos cuando no se hace lo que queremos o las cosas no salen como las planeamos). Es aquí donde entra a trabajar la gracia, ya que la acción sobrenatural de Dios tiene la capacidad de transformarnos.

Dios no nos deja solos, nos da sus gracias que nos ayudan:
+ a ver las cosas como Él las vería: darle la debida importancia a las cosas y siempre de cara a la eternidad, es decir, viéndolas como acciones que realizamos en esta vida, que valen tanto cuanto me sirva para acercarme al Cielo (mi patria para la eternidad).
+ en el caminar de nuestra vida diaria: con los ojos puestos en el Cielo.


2. ¿De dónde proviene la gracia?

La gracia proviene de los méritos que logró Cristo, muriendo y resucitando por nosotros.

Cuando ascendió Cristo a los Cielos, dejó a la Iglesia, constituida y fundada por Él, el poder para administrar los sacramentos. Estos son signos instituidos por Jesucristo para continuar de diversas maneras su presencia entre nosotros, transmiten la gracia que Cristo nos consiguió muriendo en la Cruz y resucitando por nosotros.

¿Existen diferentes tipos de gracia?

La gracia, por ser una realidad sobrenatural, a los hombres nos cuesta trabajo entenderla, porque no se puede palpar por medio de los sentidos. Sabemos lo que es, conocemos los efectos que produce en el hombre, pero no somos capaces de explicar cómo actúa. Es por eso que el Catecismo de la Iglesia Católica nos da una guía para clasificar los diferentes tipos de gracia de acuerdo a su forma de trabajar, ya que todas vienen de Dios, pero cada una logra algo diferente en nuestra alma.

1. Gracia Santificante:

+ es la presencia de Dios en nuestra alma.
+ es infundida por Dios, es decir, dada por Él.
+ se recibe en el sacramento del Bautismo: nos convierte en hijos de Dios.
+ establece una relación amorosa entre Dios y nosotros, que continuará en el Cielo para aquellos que le son fieles.
+ nos hace capaces de creer en Dios, esperar en Él y amarlo, es decir, nos da la capacidad de vivir las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad).
+ nos concede la posibilidad de vivir y actuar bajo las inspiraciones del Espíritu Santo através de Sus Dones.
+ es un don habitual: estamos siempre en gracia mientras no la perdamos.
+ se pierde con cualquier pecado mortal.
+ se recupera con la Confesión sacramental.

Infundir: acto por medio del cual Dios comunica al alma un don o gracia.

Es como un telescopio que nos ayuda a ver con los ojos de la fe, cosas que normalmente no vemos con nuestra visión humana como son:
- el amor de Dios a nosotros.
- la presencia de Jesús en la Eucaristía.
- su perdón en la Confesión.
- el amor que María nos tiene como madre.
- la existencia y el cuidado de nuestros Ángeles de la Guarda.

¿ Podemos perder la gracia?

Si, ya que Dios no se impone por la fuerza. Si constantemente elegimos el hacer mal uso de la libertad que nos dio y apartarlo totalmente de nuestras vidas. Él acepta esa decisión nuestra y perderemos la gracia santificante (la vida de Dios en nosotros). Ese rechazo total a Dios, es el pecado mortal. Recuerda que un pecado mortal no se comete por accidente, ya que sabemos que lo que estamos haciendo está mal y libremente decidimos hacerlo. La gracia santificante no se pierde por accidente.

El amor de Dios es tan grande que si cometemos un pecado mortal, podemos regresar a Él por medio del sacramento de la Penitencia, reconstruir la relación entre Dios y nosotros y así la gracia santificante volverá a nuestras almas.


2. Gracia actual:

+ es la ayuda temporal de Dios a un hombre, con el objeto de llevarlo a actuar de forma correcta en determinada situación.
+ nos la da Dios cuando las necesitamos. Podemos decir que: van y vienen.
+ su propósito es ayudarnos a actuar como imagen de Dios, especialmente cuando estamos tentados a no hacerlo.
+ es una gracia interna que en el momento de recibirla ilumina la inteligencia (nos ayuda a discernir entre el bien y el mal) y fortalece la voluntad (nos da la fuerza para actuar conforme a lo que nos dicta la inteligencia).
+ tenemos la libertad de acogerla o rechazarla, como con todos los regalos de Dios

3.- Gracias sacramentales:

+ son las gracias específicas que cada sacramento da al alma que lo recibe.
+ por medio de estas gracias se cumple totalmente la intención para lo cual fue instituido el sacramento por Jesús.

"Es la gracia del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento".

Las diferentes gracias sacramentales son:

Gracia sacramental según el sacramento:

Bautismo:de vivir la vida como hijos de Dios.
Confirmación: de ser fuertes en la fe y constantes en nuestro camino al Cielo de la mano de Cristo.
Eucaristía: de amar a Jesús con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos.
Penitencia: del arrepentimiento y un auxilio para no volver a caer en el pecado.
Unción de los enfermos:de acceptar la enfermedad, borra los rastros de pecado y prepara para una muerte cerca de Dios.
Orden Sacerdotal:a los sacerdotes, de dedicar su vida a predicar el Evangelio y administrar los sacramentos.
Matrimonio:a los esposos, la gracia de amarse hasta que la muerte los separe y de ser buenos padres.

4.- Gracias de estado:

+ se considera como gracias especiales o carismas.

Carisma: don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad.

+ tienen como fin el bien de la Iglesia.
+ ejemplo: un sacerdote tiene la gracia que le da su estado para auxiliar a los fieles, un Director Espiritual tiene la gracia para orientar a aquellas almas que se le encomendaron, en los padres de familia actúa en cuanto son formadores de la conciencia de sus hijos.

Nuestra actitud frente a la gracia

Frente a la gracia debemos tener cinco actitudes:

1) Estimarla:
- como una ayuda de Dios.
- porque nos transforma; si cooperamos.
- porque es el principio para lograr la santificación personal.
- como un regalo que Dios quiere ofrecernos gratuitamente para que alcancemos la vida eterna.
- porque por ella somos parte de la gran familia de Dios.
- porque gracias a ella, toda acción realizada por el hombre, en estado de gracia y siendo una obra que busca el bien, recibe una recompensa sobrenatural.

Sobrenatural: excede los límites de la naturaleza, rompe con las reglas establecidas por la naturaleza por ser de origen divino. Acción que viene de Dios.

2) Conservarla:
- nuestra alma debe ser un campo fértil donde la gracia de Dios pueda actuar y no un terreno lleno de hierbas y piedras donde sea imposible que algo bueno pueda crecer. De nuestro actuar, depende el estado en que Dios encuentre nuestra alma; para ello es necesario que nos desprendamos de nuestro egoísmo, orgullo, comodidad, falta de generosidad y poca capacidad de sacrificio.
- no desalentándonos ante nuestras caídas.
- confiando en la gracia de Dios.
- teniendo bien ubicados: lugares, personas, momentos donde pueda peligrar nuestra vida de gracia y ser rápidos para alejarnos de ellos.
- descubriendo en nuestros éxitos la ayuda de Dios.
- pidiendo a Dios la gracia para resistir las tentaciones para poder cumplir aquello que quiere de nosotros cada momento.

3) Recuperarla:
- rápido para arrepentirnos, rápido para confesarnos y rápido para poner en práctica nuestros esfuerzo para no pecar más (propósito de enmienda).

4) Acrecentarla:
- orar diario: para mantener nuestra alma como un campo fértil donde pueda actuar Dios
ya que la vida de oración:
+ nos predispone para vivir en estado de gracia.
+ nos hace estar unidos a Dios.
+ nos hace valorar lo grande que es el amor de Dios y estimamos Su amistad.
+ nos hace valorar esa unión tan personal con Cristo, no la querremos perder.
- apreciar los sacramentos y recibirlos con frecuencia para recuperar o aumentar en nosotros la gracia.
- realizar obras buenas.
- responder a las gracias que día a día nos da Dios con generosidad, es decir, utilizándolas para el bien de Dios, su Iglesia y nuestros hermanos los hombres.

5) Propagarla:
- enseñar a los demás a valorar la gracia en sus vidas.
- hablar siempre positivamente de ella.
- nunca propiciar que por nuestra culpa caiga alguna persona en pecado.

La gracia santificante es como la perla de la que nos habla el Evangelio: un mercader que, buscando perlas finas, descubre una que es realmente preciosa, y se va a vender todo cuanto tiene para comprarla (Mt 13, 45). El mercader de la parábola andaba buscando perlas; pero al encontrar una que aventaja a las demás no vacila en vender todas las otras y sustituirlas por ésta que estima de más valor. Esto mismo sucede con la gracia, la cual, encierra todo lo bueno que nuestra mente puede imaginar y nuestro corazón desear.

A qué me llama ....

Hay tres cosas que siempre debemos hacer en nuestra vida:

1)Debemos siempre estar en estado de gracia.

2) Si caemos en pecado mortal, debemos rápidamente, poner los medios para volver a la gracia.

3) Debemos aumentar diariamente la gracia (presencia de Dios en nuestra alma).








El Catecismo nos habla sobre la gracia
Autor: Miguel Carmena






La gracia en el marco de la moral cristiana

A. Consideraciones de enfoque:

La gracia ocupa el tercer capítulo de la Primera Sección de la tercera parte del Catecismo, dedicada a la moral. Al comenzar a estudiar la vida en Cristo (el comportamiento del hombre que responde a la llamada de Dios), se afronta primero el tema de la vocación humana: la vida en el espíritu. En este marco, después de considerar la dignidad de la persona humana y la comunidad humana, se llega a un espacio dedicado a la salvación de Dios: la ley y la gracia. La gracia se encuadra dentro de la moral, después de la ley y antes de la sección dedicada a la Iglesia.

El hecho de que la gracia aparezca tratada ampliamente en el marco de la moral y de una moral que se presenta como un dinamismo interpersonal de llamada y respuesta, da algunas claves de lectura para una teología moral de la gracia. La gracia aparece como realidad interpersonal; se considera como un don de Cristo al hombre para responder a su llamada. De hecho, después de leer esta primera sección de la Tercera Parte del Catecismo, parece más propio hablar de una moral que está en función de la vida de gracia que de una gracia que entrara como un factor entre otros de la vida moral.

Cuatro temas dominan la sección dedicada a la gracia: la justificación, la gracia en sí misma, el mérito y la santidad cristiana.

B. Resumen del contenido doctrinal sobre la gracia en esta parte del Catecismo:

Parte de que la gracia es el favor o auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1996). Es una participación en la vida de Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1997). Nos introduce en la intimidad de la vida divina, de la Santísima Trinidad. Por la gracia podemos llamar Padre a Dios, en unión con el Hijo único. Por la gracia recibimos la vida del Espíritu Santo que infunde la caridad y que forma la Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1997).

Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural. Depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, porque sólo Él puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda creatura (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1998).

1. La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1999).

La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar movidos por su amor. La gracia santificante nos hace hijos de Dios y herederos del Cielo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2000). Es, como dice el mismo catecismo en otro texto, una gracia otorgada por la Santísima Trinidad al bautizado (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1266).

2. Dentro de esta gracia santificante se debe distinguir entre la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina y las gracias actuales que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2000).

La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia que resulta necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración con la obra de Dios en nosotros. Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, "porque Él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida" (S. Agustín) (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2001).

La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2002).

3. La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica. Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2003).

4. El Espíritu Santo entrega además las gracias especiales, llamadas también "carismas", según el término griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio. Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2003).

5. Entre las gracias especiales conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2004).

Como conclusión, se puede añadir que la gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras para deducir de ellos que estamos justificados y salvados. Sin embargo, según las palabras del Señor: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,20), la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia esta actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de confianza (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2005).

La gracia en el resto del Catecismo

Al analizar las enseñanzas sobre la gracia que nos ofrece la Tercera Parte del Catecismo de la Iglesia Católica, ya hemos hecho referencia al n. 1266 que se encontraba en la Segunda Parte dedicada a la liturgia y a los sacramentos. Sin embargo, todavía queda mucha riqueza por explotar, el Catecismo este lleno de referencias a la gracia. Yo no pretendo estudiar aquí todas las enseñanzas sobre este punto sino sólo recoger las alusiones directas en las que aparece en el Catecismo la palabra gracia. Las voy a agrupar en siete grandes bloques siguiendo las indicaciones del índice temático que acompaña al texto del Catecismo:

A. La gracia como don.

Desde la introducción, en la presentación de las diversas secciones del Catecismo, ya aparece claramente la consideración de la gracia como un don (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 16). Se llama gracia al don divino que permite acoger la revelación en la fe (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 35). Es uno de los dones con los que Dios revistió a nuestros primeros padres y que caracterizaban aquel estado inicial de comunión íntima con Él (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 54). Por ella, Dios saca bien del mal; el mal no se convierte en un bien, pero por la superabundancia de la gracia Dios, después del rechazo de los hombres al Hijo de Dios y de su muerte, glorificó a Cristo y nos redimió de nuestros pecados (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 312). Por el don de la gracia el hombre es llamado a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 357).

La gracia es un don recibido en el Bautismo que borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 405). Es el don de Cristo que el Espíritu Santo distribuye en los sacramentos (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 774). La Iglesia contiene y comunica la gracia invisible que ella significa (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 774).

Por la gracia somos salvados y por ella nuestras obras pueden dar fruto para la vida eterna (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1697). Dispone al hombre a entrar en el gozo divino (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1722). Eleva las virtudes (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1810). Es un don que se pierde por el pecado mortal (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1861). Junto a la ley, la gracia es el otro don, la otra ayuda que Cristo ofrece al hombre; la ley lo dirige, la gracia lo sostiene (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1949).

La gracia produce grandes frutos en el hombre: aparta el corazón de la codicia y de la envidia, inicia al hombre en el deseo del Supremo Bien y lo instruye en los deseos del Espíritu Santo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2541). La contemplación se considera como gracia, como don de Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2713).

B. La relación de la gracia con la fe.

El acoger la revelación de Dios en la fe es una gracia que Dios da al hombre para que pueda entrar en su intimidad (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 35).

Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atrapados por el Padre nosotros creemos y confesamos que Jesucristo es el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 424).

La fe en la resurrección de los apóstoles nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 644).

C. La gracia original.

Dios invitó a nuestros primeros padres a una comunión íntima con Él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 54).

Desde el número 374 y hasta el 379, el Catecismo desarrolla una explicación del estado del hombre en el paraíso. Allí encontramos muchas referencias a la gracia. En el 375 se llama gracia al estado de santidad original en que vivían Adán y Eva. Se dice, además, que esta gracia era una participación de la vida divina. Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones del hombre estaban fortalecidas (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 376). Mientras permaneciese en este estado de gracia, el hombre no podía morir y viviría en continua armonía interior e interpersonal. La desobediencia de Adán y Eva trae consecuencias dramáticas, se pierde inmediatamente la gracia de la santidad original (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 399).

Ante esto surge una pregunta: ¿por qué Dios no impidió que el hombre pecara? S. León Magno responde diciendo que "la gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mayores que los que nos quitó la envidia del demonio" (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 412) o, dicho con S. Pablo: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5,20) (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 412).

D. La relación de la gracia con la libertad.

Es este un binomio todavía difícil de conciliar para la teología. Sin embargo, el Catecismo lo aborda desde diversos puntos de vista.

Desde el tema de la predestinación, dice que en el designio eterno de Dios de predestinación se incluye la respuesta libre de cada hombre a su gracia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 600).

Desde el tema del juicio final se afirma que será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678). La actitud respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678).

Desde el juicio particular: la muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto para la aceptación o el rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1021).

Como conclusión se puede decir que la criatura no puede nada si está separada de su origen porque sin el Creador la creatura se diluye; menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 308).

E. La gracia y la justificación.

La justificación nos devuelve a la gracia de Dios que es el primer paso para el acceso a la nueva vida (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 654). Esta nueva vida consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación de la gracia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 654).

La justificación nos hace hermanos de Cristo por la adopción filial y nos hace participar realmente en la vida del Hijo único. Esto no es una propiedad de la naturaleza sino un don de la gracia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 654). Es un don de Jesucristo, único autor y dispensador de nuestra salvación, que se sirve de diversos instrumentos (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 987 citando al Catecismo Romano de P o V).

La justificación es un don de la Santísima Trinidad al bautizado que produce los siguientes efectos:
- le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales.

- le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo.

- le concede crecer en el bien mediante las virtudes morales (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1266).
La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos la justicia de Dios por la fe en Jesucristo y por el Bautismo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1987). La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión que obra la justificación (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1989).

F. La relación de la gracia con los sacramentos y los ministerios.

Sentado a la derecha del Padre y derramando el Espíritu Santo sobre su cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo (Catecismo de la Iglesia Católica, 1084).

Nadie puede conferirse la gracia a sí mismo, debe ser dada y ofrecida. Eso supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo. De Él reciben la misión y la facultad (el "poder sagrado") de actuar in persona Christi Capitis (Cristo como Cabeza de la Iglesia) (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 875).

El carácter que confieren el Bautismo, la Confirmación y el Orden sacerdotal disponen positivamente para la gracia (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1121).

La Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:
- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir: "Abbá, Padre";

- nos une más firmemente a Cristo;

- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;

- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia.

- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1303)

El obispo es el administrador de la gracia del sumo sacerdocio (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 893). En efecto, por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con el carácter sagrado. Los obispos, de manera evidente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1558).

Cristo realiza su función profética también por medio de los laicos a los que da el sentido de la fe y la gracia de la palabra (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 904). Ellos pueden colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial ejerciendo diversos ministerios según la gracia y los carismas que el Seor quiera concederles (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 910).

La gracia propia del sacramento del Matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1641).

Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella. La Liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben su poder, y hace también que el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la santificación del hombre y alabanza de Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1670).

G. María, la llena de gracia.

El Catecismo nos dice que María, para ser Madre del Salvador, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación, era preciso que estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 490). El ángel en su saludo la llama "llena de gracia" (Cfr. Lc.1,28) (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 490 y 491).

Después, el Catecismo desarrolla ampliamente este tema de María, llena de gracia, en los nn. 721 a 726. Especialmente en el número 722 se expone una "mariología de la gracia". En este número encontramos las siguientes afirmaciones: el Espíritu Santo preparó a María con su gracia, convenía que fuese llena de gracia la Madre de Aquel en quien reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente, fue concebida sin pecado por pura gracia.

Conclusión: hacia una nueva pastoral de la gracia

El Catecismo de la Iglesia Católica, entre las pautas para una catequesis de la "vida nueva" (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1697), habla de que ésta debe ser una "catequesis de la gracia". De acuerdo a lo visto en el Catecismo, podemos hacer este breve ensayo de una explicación de la gracia para el hombre de hoy. No es un discurso completo sino sólo algunas ideas espigadas:
Así pues, por un sólo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron... Pero con el don no sucede como con el delito. Porque si por el delito de uno todos murieron, mucho más la gracia de Dios, hecha don gratuito en otro hombre, Jesucristo, sobreabundó para todos... En efecto, si por el delito de uno sólo reina la muerte por un solo hombre con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la salvación, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo! (Romanos 5,12.15.17).

La definición de gracia podría ser:
GRACIA: es el favor o auxilio gratuito (es decir, sin que lo merezcamos) que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos adoptivos de Dios, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna. Es una participación en la vida de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1996 y 1997).

La Gracia es un don o beneficio sobrenatural concedido gratuitamente por Dios para que podamos alcanzar la vida eterna. Dicho de otra forma: es todo auxilio sobrenatural que Dios otorga al hombre para hacerle posible el llegar al Cielo. Dios la da sin ninguna obligación por su parte.

La Vida de Gracia es el don por el que el cristiano vive unido a Cristo como el sarmiento a la vid (Cfr. Juan 15,1-8) y por el que la vida de Cristo se manifiesta en su cuerpo mortal. Esta vida de gracia se inicia con el Bautismo, se pierde con el pecado mortal, se recupera con el sacramento de la penitencia y se sostiene y acrecienta con los sacramentos, la participación litúrgica y el esfuerzo ascético.

La vida de gracia es la vida misma de Dios latiendo en nuestro ser; vida conquistada por Cristo, destruyendo el pecado con su muerte en la cruz, y comunicada a nosotros a partir de la resurrección. Toda nuestra vida cristiana consiste en crecer más y más como hijos de Dios, hasta alcanzar la madurez de un discípulo de Cristo.

Pero no hay que concebirla sólo como una actividad individual, puesto que se nos da para irradiarla en torno nuestro, como la luz de una antorcha.

Dios es un Padre bueno que nos llama a ser verdaderos hijos suyos. Los mandamientos y las bienaventuranzas nos marcan el camino. Los hijos de Dios con su modo de actuar, de ser, cambian el mundo. Sus virtudes son la caridad, la alegría aún en medio de las mayores dificultades, la generosidad en la respuesta a Dios, la humildad, la mansedumbre, etc. Todas estas virtudes, este modo de actuar, muchas veces se nos hace costoso vivirlo porque parece ir en contra de nuestras apetencias pero al mismo tiempo nos damos cuenta de que en esta forma de vivir encontramos la verdadera felicidad. Dios, conociendo nuestra debilidad, no ha querido dejarnos solos o indefensos ante los grandes enemigos de nuestra felicidad: el mundo, el demonio y la carne. Por eso, nos da la gracia como el medio que convierte al ser humano, débil y caído, en hijo de Dios y que se une a nuestra libertad para fortalecernos en la lucha por el bien.

El cristiano recibe la gracia en el Bautismo. Esta gracia le da una nueva configuración, lo convierte en un ser nuevo, es como si volviese a nacer. Gracias a ella se convierte en hijo de Dios. Por ella experimenta una transformación interior y una participación de la vida divina, la Santísima Trinidad habita en l. Desde ese momento esto destinado al Cielo, a la vida eterna junto a Dios.

La naturaleza infinita y creadora de Dios se acerca a la naturaleza finita y creada del hombre haciéndole partícipe de su divinidad, algo que el hombre nunca hubiera soñado conseguir por sí solo.

La acción sobrenatural de Dios, que nos transforma y diviniza, nos viene dada ordinariamente a través de los sacramentos y extraordinariamente a través de múltiples formas que Dios elige. Todos los dones que recibimos de Dios son gracias y todos tienen como fin ayudarnos a llegar a la vida eterna en compañía de Él y a ser más felices en esta tierra.

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